Elecciones en Estados Unidos

El martes 5/11 se realizaron las presidenciales en Estados Unidos. Con una diferencia más amplia de lo esperado, el miércoles por la mañana Trump se consagró nuevo presidente, ganándole a Kamala Harris tanto en cantidad de electores como en cantidad de votos nominales. Kamala Harris intentó despegarse del gobierno de Biden, girando a posiciones reaccionarias (no tan radicalizadas como las de Trump), pero no le sirvió de mucho. La gran mayoría de los votantes expresaron que su balance de los cuatro años de Biden fue negativo, centralmente en el plano económico. La política exterior fue un elemento de peso, ante un electorado reticente a la guerra. En estos últimos 4 años, la administración demócrata no ha podido darle una orientación clara al imperialismo yanki ante los conflictos bélicos como el de Rusia-Ucrania y el genocidio en Palestina por parte del enclave de Israel, lo que muestra su debilidad como potencia imperialista. Mientras Harris prometió más apoyo a Ucrania contra Rusia, Trump cosechó simpatía al plantear que finalizaría con la guerra lo antes posible (lo cual hay que ver si lo logra y cómo). Este último también le ha dado un férreo respaldo a Netanyahu, lo cual el gobierno de Israel interpreta como libertad de acción para seguir adelante con el genocidio palestino en un momento en el que tanto internamente como a nivel mundial se encuentra muy cuestionado. El triunfo de Trump expresa la decadencia imperialista, que no logra encontrar un rumbo en los objetivos imperialistas mientras condensa todas las contradicciones mundiales al interior de su Estado.

El regreso de Trump se da en medio de una crisis general del sistema capitalista en su fase imperialista y su relación con las formas estatales de dominación burguesa. La democracia burguesa -y su relación con las masas- es una de las formas de dominación de clase que está siendo fuertemente cuestionada, pero a diferencia de lo que fue el enfrentamiento revolucionario de la Revolución rusa al Estado burgués, en este caso el cuestionamiento se da por el avance de sectores más reaccionarios. Esta “democracia”, que ha entrado en crisis, surgió como respuesta de la burguesía a la competencia con el sistema soviético. Así surgieron, en particular en los países imperialistas, los Estados de bienestar, que buscaron estatizar a las organizaciones obreras y a las masas trabajadoras en general, cooptando a la aristocracia obrera y asimilando a una gran franja de la pequeña burguesía vía derechos civiles. En las semicolonias, se los intentó emular a través de los bonapartismos sui generis como forma especial de poder estatal. El derrotero de los últimos años de crisis económicas, políticas, pandemia y procesos de asimilación de los ex Estados obreros implicó un ataque en línea a las formas estatales de posguerra sin poder encontrar aun otra forma de dominación que dé cierto equilibrio inestable al putrefacto sistema capitalista.

La bancarrota del progresismo

En este proceso los que han caído en desgracia han sido los supuestos progresismos (estatistas, redistribucionistas, populistas, reformistas),que no pueden hacer nada ante el avance de la descomposición todas las instituciones burguesas, anhelando un Estado de bienestar que ya nunca volverá y se niegan a enfrentar la pauperización de la pequeña burguesía de forma revolucionaria en alianza a los trabajadores.

El triunfo de los republicanos ha hecho entrar en pánico a la UE y la OTAN, ante su posible desinterés en la guerra Rusia-Ucrania y la línea de que se hagan cargo los gobiernos europeos del conflicto. Este punto ha sido clave en estas elecciones, ya que el supuesto progresismo ha mostrado su cara más belicista y su incapacidad para dar una salida, que no sean mayores penurias para las masas.

En América Latina es posible que se reconfiguren las relaciones de las burguesías nativas con el imperialismo norteamericano ante el avance de China en la región. Es posible que Trump favorezca a figuras como Milei, en desmedro de otras como Lula o Sheinbaum.

El triunfo de Trump no va a traer nada bueno a los trabajadores del mundo, ni lo iba hacer Kamala. Lo que sí deja en claro es que debemos organizarnos para enfrentar al imperialismo y que esto debe ser de forma internacional. Debemos llamar a los trabajadores de Norteamérica a que rompan con las fuerzas políticas imperialistas que dirigen su propio Estado. Se está desarrollando actualmente un proceso de sindicalización que debe tomar como tarea el enfrentamiento al gobierno de Trump y frenar la guerra paralizando y bloqueando el arsenal bélico que envía EEUU a Ucrania e Israel. Otra tarea fundamental del proletariado norteamericano es unirse al proletariado ruso y ucraniano para que desarrollen una guerra revolucionaria que derrote la restauración capitalista en curso.

Debemos reconstruir la IV Internacional para plantear las directrices de una lucha unificada a nivel mundial para enfrentar la descomposición del imperialismo y el proceso de asimilación de los ex Estados Obreros. Entre sus tareas está planteado que el proletariado norteamericano y el chino se unan contra el imperialismo y contra la burocracia restauracionista del PC chino. No podemos permitir que Trump, con su proteccionismo, desarrolle el chovinismo en los trabajadores (nativos, así como inmigrantes) contra los trabajadores de todo el mundo. Nuestra clase es internacional y nuestro enemigo también.

 

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Hace 5 años, el llamado “estallido social” fue una irrupción de fuerzas elementales, de trabajadores, desocupados, jóvenes, estudiantes, que cuestionó los cimientos de la sociedad de explotación, sin poder rebasar los límites impuestos por el aparato estatal. Ese organismo descompuesto que garantiza la dominación imperialista descargó una cruenta represión, dejando muertos, mutilados, torturados, presos políticos.

A esa semiinsurrección espontánea le siguió una huelga general el 12 de Noviembre donde, de la misma forma caótica, improvisando en organización y acción, la clase trabajadora hizo tambalear al entonces gobierno de Piñera, dejándolo al borde de su caída.

No fue sólo la cruenta represión contra los que luchan lo que activó la clase dominante para confrontar este levantamiento de amplios sectores de masas. Todo el régimen político burgués y pequeñoburgués selló un “Acuerdo por la Paz y el Orden Público” para darle sobrevida al debilitado gobierno, y desplegar una batería interminable de elecciones (municipales, convencionales, primarias, presidenciales, etc) cargadas de promesas de reforma a la democracia semicolonial mediante las constituyentes y una renovación de su staff político. El ensayo general reaccionario que significó la intervención estatal con la pandemia también otorgó un respiro a los capitalistas, además de cuantiosas ganancias, significó un ataque en regla contra todos los vestigios de organización que quedaron en pie.

El gobierno de Boric (PC y FA), además de cooptar mediante el aparato estatal a sectores de los “movimientos sociales”, fue el encargado de aplicar una a una las políticas de reacción. Impulsaron leyes antiobreras y represivas como la ley de flexibilización laboral de 40 horas, ley anti tomas, ley gatillo fácil, ley de infraestructura crítica, mayores recursos para la represión, impunidad para los represores, desactivación de las luchas obreras con mesas de diálogos de manos vacías. Persiguieron a organizaciones, desalojaron a pobladores, encarcelaron a luchadores, aplicaron la ley de seguridad del estado, militarizaron zonas enteras del país, reprimieron la organización estudiantil dentro y fuera de los liceos, pactaron el TPP11 y consolidaron lazos militares con el comando sur de EEUU, y un largo etc. Cada paso reaccionario de este gobierno fue endulzado con su verborragia estatista pequeñoburguesa.

La ausencia de mediaciones fuertes preocupa a la burguesía para los próximos periodos. Justamente fue esa falta de mediaciones que contuvieran y anticiparan la semi-insurrección del 18 O que comenzaba a incubarse en las masas con golpes que se reciben a diario en los lugares de trabajo y estudios. El hastío con la politiquería, que trasunta las elecciones burguesas y al parlamento, provocan una separación cada vez mayor entre las masas con el estado burgués. Sectores de la pequeñoburguesía hoy “se escandalizan” con la corrupción del poder judicial, como una muestra más de su cinismo (ante hechos consustanciales al capitalismo). Esa misma pequeñoburguesía se disputa visceralmente el botín del estado como el principal motivo para toda esa maquinaria electoral que a su vez deja en evidencia que los partidos burgueses y pequeño burgueses son meras coaliciones electorales sin raíces en sectores de clases.

La burguesía ha realizado un denodado esfuerzo por demonizar a esa semiinsurrección con el mote de “estallido delictual”. Su principal argumento es el mismo que desató las fuerzas de nuestra clase, que hoy el grado de descomposición del capitalismo es aún más profundo que entonces.

Y es que las causas no se encuentran en las particularidades nacionales, en las formas que adquieren nuestras batallas. Nos encontramos ante la manifestación de la decadencia imperialista y su línea guerrerista. La falta de orientación del sistema imperialista con la guerra entre dos ex estados obreros Rusia-Ucrania, y la escalada entre el enclave Israelí con los países del medio oriente, donde el sionismo no ha podido derrotar a la resistencia pese al genocidio llevado a cabo al pueblo Palestino que ahora extienden al Líbano. Tendencias guerreristas en la situación mundial que muestran la putrefacción de la democracia burguesa y sus instituciones creadas en la posguerra.

En Latinoamérica los gobiernos semicoloniales vienen aplicando líneas de ajustes contra la clase obrera y el pueblo, disciplinándose a los dictados del amo imperial como en Perú, Chile, Colombia, etc. Lo que desata importantes gestas de lucha obrera y estudiantil como en Argentina enfrentando estos ataques.

Este 18 O además de conmemorar el quinto aniversario del levantamiento obrero y popular, es una oportunidad para sacar lecciones, superar la debilidad de aquel proceso que fue desviado por constituyentes y mecanismo de la democracia burguesa. Para ello es fundamental desarrollar no sólo la organización obrera, sino preparar su dirección revolucionaria que intervenga en los sindicatos, impulsando el control obrero de la producción, las tareas preparatorias para la insurrección consciente, la toma del poder destruyendo al estado burgués, instaurando la dictadura del proletariado y su extensión internacional.

Forjemos la dirección revolucionaria del proletariado, la cuarta internacional reconstruida.

Frenemos la guerra por la vía revolucionaria

A pocos días de cumplirse un año de la operación de Hamas que liquidó a decenas de soldados israelíes y tomó rehenes que aún no han sido restituidos, la violencia armada en Medio Oriente sigue escalando. En el transcurso de este año, el enclave de Israel ha perpetrado masacres y desastres humanitarios en la Franja de Gaza y Cisjordania. Luego de conocerse, a fines de septiembre, la noticia de que las fuerzas sionistas habían matado a los principales líderes de Hamas y Hezbolá, Irán lanzó un ataque aéreo con misiles que dieron en el blanco de locaciones militares sensibles del Mossad.

Al cierre de esta nota, Israel convocaba a sus reservistas mientras el jefe de las Fuerzas de Defensa Israelíes afirmaba que el Líbano planea una ofensiva terrestre y Hezbolá se atrinchera para atacar la frontera. Más agresivo, el enclave abre cuatro frentes de enfrentamiento. Se trata de una nueva escalada en la guerra en Medio Oriente provocada por la necesidad de Israel, bajo la doctrina del “nuevo orden” de Netanyahu, de sostener una ocupación militar cuyo sustento histórico ha caducado. La única alternativa para el sionismo es forzar un cambio en las relaciones de fuerza regionales, a través del uso de la fuerza militar. Mientras tanto, el imperialismo yanki y europeo se enfrentan a contradicciones internas sobre la política para la región. Tanto al interior de estos Estados, como dentro del régimen de ocupación sionista, las dudas y los cuestionamientos hacia la dirección actual del conflicto están llegando a un extremo. Sin duda, la suerte de Netanyahu se juega en estas ofensivas, pero, más aún, hay sectores que se preguntan sobre el futuro del enclave. Sólo una reconfiguración total de fuerzas logrará sostenerlo de manera más o menos estable. La situación mundial, la decadencia del imperialismo que lo apoya y la ruptura del orden de posguerra que le dio origen hacen de esa estabilidad algo poco probable.

Este escenario pone al proletariado ante la tarea de frenar la guerra. Esto sólo puede suceder enfrentando a las direcciones burguesas y pequeño burguesas del nacionalismo árabe, turco e iraní. Esas direcciones han mostrado su subordinación al capital y su afán de conseguir mejores condiciones de negociación con el imperialismo a costa del sufrimiento del proletariado de sus naciones. Los gobiernos árabes de los países limítrofes de Israel, como Egipto, Jordania y El Líbano, juegan un papel directamente cómplice, maquillado con lamentaciones hipócritas para ubicarse frente al odio generado entre su propia población. Se vuelve necesaria la derrota de la actual ofensiva sionista donde la clase obrera de medio Oriente tome un rol central en una guerra revolucionaria por la destrucción del enclave imperialista. La juventud y sectores de vanguardia obrera han sostenido durante este año y en gran parte del mundo, un pulso de movilización, ocupaciones de campus universitarios y acciones de boicot a las empresas vinculadas a Israel. Esta disposición a enfrentar a sus propios gobiernos cómplices del accionar genocida del enclave israelí, es una tendencia progresiva que debemos profundizar mediante la acción política, propagandística y programática, combatiendo tanto las ilusiones pacifistas como las salidas diplomáticas reaccionarias, como la línea de los dos Estados. La única clase interesada en poner fin a esta guerra y superar la situación desesperante a la que la somete la opresión imperialista es el proletariado internacional. Frenar la guerra implica boicotear la maquinaria bélica, sus bases de producción de armamento, sus vías de comunicación, su capacidad de sustento. Apelar al método obrero de las ocupaciones y bloqueos es una tarea urgente. Hay que expulsar a las tropas sionistas de Medio Oriente. Para esto, se necesita una dirección revolucionaria, dispuesta a ir hasta el final en la derrota del enclave de Israel y sus socios mayores. Esto lleva indefectiblemente a la perspectiva de la revolución socialista para poner en pie una Federación de Repúblicas Socialistas de Medios Oriente. Es la Cuarta Internacional reconstruida la dirección necesaria para llevarla adelante. Por eso, llamamos a todas las corrientes que reivindican esta perspectiva a llamar urgente a una Conferencia Internacional para ponernos en marcha.

 

TRCI

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Os últimos períodos estão marcados pelo aprofundamento da crise econômica, definida por uma dinâmica que atinge níveis econômicos depressivos. Níveis que se baseiam na dificuldade de recuperação das principais economias, sobretudo as do imperialismo, num cenário em que se somam baixo crescimento, ampliação do endividamento dos Estados e uma alta inflacionária. Esse cenário deixa a economia global ainda mais vulnerável ao impacto dos desdobramentos do período pós-pandêmico e, atualmente, frente às tendências bélicas concretizadas pelas guerras Rússia-Ucrânia e o avanço sionista sobre Gaza e, recentemente, sobre o Líbano.

Estamos em um período histórico de decomposição imperialista e sob os processos de assimilação dos ex-estados operários. Inseridos na época imperialista de crises, guerras e revoluções, caracterizada por processos abruptos de mudanças na ordem do equilíbrio instável que se ergueu a partir do pós-guerra. Nesta fase de decomposição imperialista, devemos analisar as instituições criadas para seu domínio e em que estágio elas se encontram.

A política imperialista, mesmo em sua fragilidade, propõe um novo pacto entre capital e trabalho, no conflito histórico entre as forças produtivas sociais e as relações de produção do capitalismo; objetivando romper com os pactos do pós-guerra e as instituições a partir daí criadas, definindo, assim, um novo equilíbrio de classes dentro dos Estados, diante do acirramento da crise mundial.

A conjuntura, portanto, está marcada e definida pela crise das formas de dominação do imperialismo, ou seja, os Estados e as instituições do pós-guerra que demonstram sua incapacidade em oferecer saídas para a sua crise estrutural. Isso fica evidenciado na incapacidade de organismos como a ONU, por exemplo, cumprir seu papel frente à escalada das tendências bélicas em todo o mundo. No momento em que se redige este Manifesto ocorre a Assembleia geral da ONU, em Nova Iorque, e diante do limite das retóricas geopolíticas, fica escancarada toda a decomposição desse organismo que não mais responde às demandas da conjuntura internacional.

Como instrumento de dominação da burguesia, o estado burguês vem atuando para o estabelecimento de novas relações entre o capital e o trabalho, estabelecidas desde o imperialismo, buscando formas de aumentar a exploração através de reformas e políticas de austeridades. Simultaneamente, precisa impor um giro na relação entre as classes sociais e o Estado, diminuindo seu papel na absorção das contradições, e assim, repassar para o conjunto dos trabalhadores o ônus da crise do capital, o que, nas semicolônias, assume um caráter ainda mais drástico.

Essas tendências abertas intensificam-se no interior dos Estados. As crises políticas escancaram as disputas entre as frações burguesas, e expõe a debilidade e as contradições do regime democrático burguês, enquanto forma de dominação, assim como suas instituições, os parlamentos e o judiciário, mas também os partidos políticos e a via eleitoral. As eleições são um verdadeiro entrave para o avanço da luta de classes, que se acirra frente ao ordenamento mundial que busca o imperialismo decadente.

Há cada dois anos em média em inúmeros países a classe trabalhadora é submetida a processos eleitorais, para decidirem aqueles que melhor vão gerir o Estado para os negócios da burguesia. Em 2024, 58 eleições ocorrerão pelo mundo, uma verdadeira arma de controle ideológico da burguesia.

Seja no imperialismo, como as eleições para o Parlamento Europeu e a eleição presidencial prevista para novembro nos EUA - ou mesmo nas semicolônias, as disputas interburguesas que se acirram e são o palco para o ascenso da denominada “extrema-direita”, como caracterizam o reformismo e o centrismo trotskista, e assim definem os representantes da política do imperialismo que avançam na defesa de pautas antissistema, nacionalistas, protecionistas e antimigratória.

A ascensão desses setores acentuou ainda mais a polarização política, desde Trump nos EUA, Bolsonaro no Brasil, Milei na Argentina, passando pelos seus correspondentes francês, o Reunião Nacional de Marine Le pen, alemão, o Alternativa para a Alemanha, e o italiano, Irmãos da Itália de Giorgia Meloni e outros. Nos quatro cantos o debate central é o mesmo, o de que a democracia e suas instituições estão sob ataque e que a tarefa posta é defendê-la através do voto e que todo ascenso reacionário será enfrentado nas urnas.

Esse avanço de setores reacionários expressam a contrapartida da crise política que se desenrola nos governos de turno, mas em específico a crise dos partidos tradicionais, que se degeneraram e não conseguem mais responder às bases sociais que o sustentavam historicamente. Estamos diante de um acelerado declínio dos partidos históricos sejam da burguesia, ou dos trabalhadores, abrindo espaço para o surgimento dos ditos outsiders antissistema, ou de frentes eleitorais sem lastro social, o que as torna débeis e transitórias. O eleitor se ascende como agente de transformação, o que não é outra coisa que não uma derrota para os trabalhadores. Todavia, não se pode esquecer que os trabalhadores ainda se organizam em sindicatos, mas sem a centralidade que já tiveram no passado, apesar de historicamente atuarem com uma política de atrelamento ao Estado.

O descrédito dos partidos tradicionais fica evidente justamente durante eleições e referendos. Observa-se nas últimas décadas um aumento acentuado de abstenções e votos brancos e nulos. Ante o avanço da crise econômica é mais do que claro o desgaste da democracia burguesa enquanto forma de dominação erigida para ordenar o processo social capitalista.

Ocorre que as direções políticas da classe trabalhadora permanecem nesses marcos e cada vez mais abdicam da ação nas fileiras da luta de classes para participar concreta e ativamente das eleições, convocando os trabalhadores a votar e a exigir que o Estado burguês repare os efeitos da crise. Para essas direções traidoras, defender a democracia é a tarefa central para a superação dos problemas da classe trabalhadora, sejam eles imediatos, ou históricos.

Portanto, em relação ao reformismo, não se trata de uma adaptação à democracia burguesa, pois já é organicamente parte importante dessa estrutura, principalmente no que se refere a atuar como muro de contenção para o avanço da luta de classes. Isso se ratifica, por exemplo, pelas posições de apoio defendidas em relação à democrata Kamala Harris nos EUA e à Frente de esquerda na última eleição francesa.

O centrismo trotskista (PSTU e MRT) também se organiza para as eleições burguesas. Porém, diferente dos reformistas, evitam atuar diretamente nas Frentes Amplas com a burguesia, lançando suas próprias candidaturas. Mas, em última instância, defendem e justificam o apoio ao voto crítico nessas frentes em nome das liberdades democráticas, como nas últimas eleições.

Para além da crítica à participação de reformistas e centristas nos pleitos burgueses, denunciamos a ausência de um programa revolucionário em sua atuação, o abandono dos métodos próprios de luta da classe trabalhadora nas nossas estruturas e o afastamento da independência de classe. Todo o programa político do centrismo se resume em políticas estatistas, apelos aos estados e até ao imperialismo, sem cogitar avançar para o controle operário, além de reproduzir a discussão sobre fortalecimento da democracia.

É diante desse cenário que ocorrem as eleições municipais brasileiras de 2024, com foco total na eleição da cidade de São Paulo, maior cidade da América Latina, que pode impactar, inclusive, a eleição para o próximo presidente da república, e por isso reproduz a polarização posta desde 2018. Ricardo Nunes (MDB), com um arco de aliança que passa por União Brasil, Republicanos do governador Tarcísio de Freitas e pelo PL de Jair Bolsonaro, que indicou o vice da chapa, e outros partidos do centrão. Guilherme Boulos (PSOL) tem o apoio do PT, que pela primeira vez não terá candidato próprio em São Paulo. Ascendeu durante a campanha o nome de Pablo Marçal (PRTB), ex-coach e influencer, que disputa em nome da extrema-direita. Segundo pesquisas de opinião estes são os que podem ir para o segundo turno. Há ainda Tábata Amaral (PSB) e José Luiz Datena (PSDB), jornalista, apresentador de noticiário policial sensacionalista, que correm por fora.

Essa polarização política revela uma sociedade fraturada pelas disputas políticas entre frações de uma burguesia débil diante da demanda capitalista de aprofundamento da exploração e ampliação da extração da mais-valia e aplicação do receituário de reformas e redução da máquina estatal.

Há um retrocesso no nível de consciência que passa a classe trabalhadora, impulsionado pela renúncia das lutas pelas direções políticas e sindicais da classe em prol da atuação por dentro do regime democrático burguês. Isso leva amplos setores da classe trabalhadora a se convencerem que por meio do voto podem alcançar mudanças concretas na realidade. Esse movimento se converte em derrota e recuo da luta necessária, que não está sendo erguida para derrotar os ataques dos governos e o ascenso reacionário.

Nessa questão, é fundamental considerarmos as consequências do processo de desindustrialização, que há décadas ocorre no Brasil e da aplicação das reformas como a trabalhista e a da previdência. Isso tem lançado um contingente enorme de trabalhadores para informalidade e a “Uberização”, que desestruturados e desorganizados, são cooptados em sua consciência pelas ideologias da “teologia da prosperidade”, a crença no empreendedorismo, e toda e qualquer solução imediata no campo meritocrático. Tal situação se sustenta pelo ascenso da atuação religiosa, sobretudo, os neopentecostais, que definem as periferias pauperizadas como arena de disputa ideológica que precisa se converter em voto. 

O fenômeno em torno do nome de Marçal e toda sua verborragia midiática à la o argentino Javier Milei, balançou as fileiras bolsonaristas ampliando a disputa de setores dos trabalhadores que se expressam nas periferias, nos terrenos evangélicos, nos entregadores, entre outros. Esse é o centro da militância bolsonarista atuante nesses territórios, capitaneadas pela propagação em massa de um discurso conservador via redes sociais, que agora Marçal disputa. Mas vale lembrar que Nunes lidera em setores de baixa renda, historicamente eleitores do PT. Nunes intensifica o uso da máquina do governo para avançar ainda mais sobre os votos desses setores.

Boulos é o candidato de Lula e segue buscando revisar posições, para reduzir seu alto índice de rejeição e se enquadrar como o representante brasileiro da dita nova esquerda que se ergue na América Latina, baluarte da democracia e cada vez mais aliada da burguesia. Diante desse cenário político, fica cada vez mais claro que a polarização posta, não será superada através do voto.

É fundamental também colocar um foco no papel que cumpre o centrismo (PSTU e MRT) nessa eleição. Caminhando sem dificuldades no terreno das eleições burguesas, no campo da ordem e regras da manutenção da propriedade privada dos meios de produção, sem arranhar o sagrado direito à propriedade. O PSTU e o MRT apresentam-se como “alternativa” aos trabalhadores e estão em campanha pela candidatura de Altino Prazeres (PSTU), quadro político dos metroviários. Trazem, ainda, a possibilidade de voto nas bancadas de vereadores que “lutarão” pela representatividade das minorias e as pautas identitárias, logo, a luta será por direitos e no parlamento. E como em outras eleições, o segundo turno estará posto e no máximo vão se restringir ao voto crítico em Boulos.

A cada nota, a cada discurso, mostram-se cada vez mais distantes da estratégia da revolução e da ditadura do proletariado, transformando cada vez mais a ideia de “independência de classe” numa possível ação parlamentar que melhor atenda os direitos dos diversos segmentos populares. O corte de classe está longe de qualquer análise, reivindicações e consignas.

Essa adaptação distancia importantes setores dos trabalhadores da luta pela revolução proletária, considerando a democracia abstrata e não a democracia burguesa em sua época decadente. Se firmam sob a bandeira do estatismo, simplesmente se sentam sobre o programa de transição, deixando de lado as bandeiras da luta de classes, da ditadura revolucionária do proletariado, da tomada do poder político pelo proletariado, da expropriação da burguesia.

Para tanto, a conjuntura de aprofundamento da crise econômica e política; apresentada desde o início desde o manifesto, e posta no contexto dessas eleições; exige a necessidade de os trabalhadores votarem nulo. Anular o voto é uma tomada de posição nos marcos da independência de classe, uma vez que a saída para os trabalhadores não será por dentro das instituições do regime democrático burguês e sim com lutas, greves e ocupações, logo, pela recuperação dos métodos de luta acumulados historicamente. Como preconizou Lênin, “A burguesia é obrigada a falsificar a verdade e chamar de “governo do povo”, ou de democracia em geral, ou democracia pura, a república democrática (burguesa), que representa, na prática, a ditadura da burguesia, a ditadura dos exploradores sobre as massas de trabalhadores...” (1918)

Portanto, a ação de anular o voto precisa estar acompanhada de políticas que tirem o centro das lutas das instituições burguesas, direcionando-a para os locais de trabalho e para os organismos de classe. É nessa perspectiva que nós defendemos sim o voto nulo nas eleições municipais que se aproximam em todo o Brasil. Qualquer governo que for eleito terá que aplicar os planos de ataque contra os trabalhadores. É fundamental que nos voltemos às nossas bases enfrentando as burocracias traidoras e erguendo uma política que remonte a estratégia da revolução proletária, adiada pela política reformista e centrista de ocupação de espaços no campo democrático como tarefa premente para a classe trabalhadora. Para nós, trabalhadores, a política central passa pela construção do Partido Revolucionário, sob a IV Internacional, que coloque em marcha o programa transicional à ditadura do proletariado.

Ayer, salimos a marchar con motivo de los 51 años del golpe contrarrevolucionario de Pinochet, que abriera un periodo de persecución, masacre y exterminio de lo mejor del activismo y la vanguardia obrera de los 70’s. Salimos, no sólo a exigir justicia, donde un puñado de genocidas aún disfrutan de sus cárceles vip, y otros tantos disfrutan de riqueza e impunidad, mientras los familiares de asesinados y detenidos desaparecidos aún no tienen siquiera un halito de luz sobre el destino de los que lucharon. Salimos también a reivindicar la lucha de una generación revolucionaria que no pudo solucionar la crisis de dirección, salimos con la tarea de retomar su lucha en el camino de colocar a nuestra clase en el poder derrocando a la burguesía, derrotando la dominación imperialista.

Igual que el año pasado el gobierno optó por la cortar la marcha aislando y reprimiendo a las columnas no oficialistas. Así, las columnas del PC y el FA, fuero protegidas de los gases, los zorrinos, los guanacos, las embestidas represivas. Ukamau, la organización territorial que se acomodó con sendos puestos en el ministerio de vivienda, también quiso entrar en el acuerdo de reprimir a todos los que iban de su bandera para atrás; llegando al cementerio, no tuvieron tanta suerte y tuvieron que flanquear los gases igual que el resto de nosotros.

Esta feroz represión, con encerronas, sin vías de escape, con detenciones arbitrarias, era contestada por algunas barricadas, las piedras y la continuidad de la movilización. La represión continuó con “cacerías” al interior del cementerio, llegando a más de 36 las detenciones aleatorias, a quienes se les aplicará, con montajes incluidos, querellas por ley de seguridad del estado.

Una vez más los carabineros auparon a grupos minúsculos “contramarcha”, quienes protegidos por las fuerzas del Estado burgués llevó a uno de ellos a apuñalar a tres manifestantes, llevándose la vida de Alonso Verdejo de 26 años. La respuesta de los manifestantes no se hizo esperar propinándole un severo castigo, del que fue rescatado por carabineros quienes amablemente lo escoltaron hasta el furgón policial, sin esposas ni amarre alguno claramente. La “comunista” vocera de gobierno, Camila Vallejos, salió a plantear que no es muy claro que el “incidente” tenga que ver con la conmemoración, contradiciendo todas las versiones que apuntan a la protección por las fuerzas policiales de ese desclasado antes y después del ataque. Este método, de utilizar lúmpenes para el amedrentamiento y la intimidación, no es nuevo. Ya lo usó este gobierno en episodios anteriores, tanto de marchas secundarias, y en particular en el asesinato de la periodista de canal “la victoria” Francisca Sandoval un primero de mayo hace dos años que, del mismo modo, por medio de lúmpenes resguardados por carabineros, dispararon contra los que luchan. Sin hacer justicia por su asesinato, el gobierno instauró el día del periodista en su nombre, con ese simbolismo pequeñoburgúes reaccionario que caracteriza a esta camarilla posmoderna en la moneda.

Con la ministra “nieta de Allende” cerrando filas con el Comando Sur del Estado Mayor Yanqui, el mismo que propició el golpe de Estado del 73, con decenas de leyes represivas y reforzamiento del aparato policial, con la represión sistemática a quienes luchan, la militarización de amplias zonas del país, etc, este gobierno está a un paso de legalizar bandas paramilitares.

Debemos sacar las lecciones adecuadas para agrupar a la vanguardia obrera y juvenil, en la perspectiva de poner en pie una dirección revolucionaria internacionalista.

Justicia por Alonso. Justicia por Francisca

Libertad y desprocesamiento de los presos por luchar

Castigo a represores y genocidas

No Olvidamos, No Perdonamos, No nos Reconciliamos

EL MEJOR HOMENAJE ES ORGANIZARNOS Y LUCHAR CONTRA LA BARBARIE IMPERIALISTA

Nos encontramos ante una nueva conmemoración del golpe de estado del 73, el que fue instigado, organizado por el imperialismo y la burguesía mediante las fuerzas armadas; orquestaron la contrarrevolución contra la clase obrera y el proceso revolucionario en curso para aplastarlo.
El proyecto de la “vía pacífica al socialismo” mostró ser una farsa y una tragedia para el proletariado. La burguesía utilizó todos los mecanismos de la democracia burguesa para acabar con las organizaciones obreras, en especial contra los cordones industriales que habían surgido en octubre del 72, entre ellos la ley de control de armas a la que el gobierno de Allende dio su apoyo.
Los cordones industriales impulsados por los sindicatos y las alas izquierda de la UP (PS, MIR), surgieron para enfrentar la sedición de los patrones. Sin embargo la dirección política de los cordones los llevaba a sembrar expectativas en el proceso reformista y en la “batalla de la producción”. Se demostró que sin destruir la maquinaria del estado burgués es imposible la toma de poder por la clase obrera.
El imperialismo norteamericano busca asentar su hegemonía en la región donde viene alineando a los gobiernos títeres, como el de Boric, que viene aplicando como una continuación de su antecesor Piñera leyes que refuerzan la represión, con militarización en la Araucanía, allanamientos en Villa Francia, represión a los secundarios, y los trabajadores que se movilizan, etc, etc.
Vemos las tendencias guerreristas del imperialismo en decadencia, buscando asimilar al sistema capitalista a los ex estados obreros en la Guerra Rusia- Ucrania, y llevando a cabo un genocidio con gendarme sionista en Palestina con un asedio de casi un año contra la población palestina, y su resistencia.
En esta nueva conmemoración, la 51 del golpe contrarrevolucionario, no olvidamos, no perdonamos ni nos reconciliamos.
La clase obrera es la única que puede sepultar la barbarie imperialista y su descomposición. Superar la crisis de dirección revolucionaria es su primordial tarea, reconstruyendo el partido mundial de la revolución, la cuarta internacional.

 

Volante 07/09/24

 

por LOI -Brasil

Este 3 de septiembre se cumplen 86 años del Congreso fundacional de la IV Internacional, que tuvo lugar en París en 1938. En medio de la persecución y la política de Stalin de exterminio de sus militantes, el Congreso reunió a una treintena de delegados en representación de 11 secciones internacionales afiliadas. El propio Trotsky no pudo asistir, ya que se encontraba exiliado en México.

La necesidad de una nueva Internacional ya se venía defendiendo desde hacía algunos años ante la política contrarrevolucionaria adoptada por la Internacional Comunista bajo la dirección de Stalin, que llevó al movimiento obrero a derrotas en Alemania y, en forma de frentes populares, en España y Francia. Estas derrotas, ante el ascenso del fascismo y la inminencia de la Segunda Guerra Mundial, significaron una tragedia para el curso de la revolución mundial y de la propia Unión Soviética.

La IV Internacional surgió con la tarea de responder a la crisis histórica de la dirección revolucionaria, responsable de la derrota del movimiento revolucionario, con un programa correspondiente. Frente a la «contradicción entre la madurez de las condiciones objetivas de la revolución y la inmadurez del proletariado y de su vanguardia», el Programa de Transición, o «La agonía del capitalismo y las tareas de la IV Internacional», pretende tender un puente entre las reivindicaciones concretas de las masas trabajadoras y el programa revolucionario, es decir, un sistema de reivindicaciones transitorias que permita superar la crisis de dirección revolucionaria (al establecer un puente entre la vieja generación revolucionaria desilusionada y la nueva generación inexperta) y sitúe al proletariado en la lucha inmediata por el poder (desorganizando a la burguesía).

Es importante reafirmar el significado y la importancia de lo que Trotsky llamó el «sistema de reivindicaciones transitorias», porque condensa el programa revolucionario de la experiencia de la Revolución de Octubre en la medida en que se dirige «abierta y resueltamente» contra los fundamentos del sistema burgués; por tanto, no puede reducirse a un conjunto de reivindicaciones específicas dirigidas al Estado burgués, como utiliza el centrismo. Por el contrario, busca una movilización sistemática de las masas trabajadoras hacia la revolución.

86 años después de su fundación, la tarea estratégica de la IV Internacional sigue siendo aún más urgente; «no consiste en reformar el capitalismo, sino en derrocarlo. Su objetivo político: la conquista del poder por el proletariado para realizar la expropiación de la burguesía». La situación actual está marcada por la profundización de las tendencias belicistas en un período de intensificación de la crisis económica y de las contradicciones abiertas por las políticas llevadas a cabo por el imperialismo. La guerra entre Rusia y Ucrania, que dura ya más de dos años, forma parte de la búsqueda más amplia de asimilación de los ex Estados obreros por parte del imperialismo y expone, con la prolongación del conflicto sin perspectivas de solución a corto o medio plazo, su descomposición histórica y su incapacidad para cerrar este proceso o controlar sus consecuencias económicas. Del mismo modo, el genocidio impuesto al pueblo palestino por el enclave imperialista de Israel, que se acerca a un año sin tregua, es consecuencia directa de la política imperialista de buscar recuperar su hegemonía en la región. Sin embargo, también revela la incapacidad del imperialismo para controlar la situación, aumentando las tensiones regionales y las consecuencias de esta política en la intensificación de la lucha de clases. Las semicolonias intentan reorientarse en su relación con el imperialismo y China, en medio de los efectos más profundos de la crisis económica, provocando una mayor inestabilidad política, como en América Latina y África, que, sin una dirección revolucionaria, arrastran cada vez más a las masas trabajadoras a la miseria y al engaño del nacionalismo. La situación también está marcada por la crisis de las formas de dominación del imperialismo, como los Estados y las instituciones de posguerra que, al demostrar su incapacidad para ofrecer soluciones a su crisis estructural, cuestionan cada vez más su papel histórico.

La superación de la crisis de la dirección revolucionaria es, como bien decía Trotsky, la condición para superar la crisis histórica de la humanidad. La adaptación cada vez mayor de la dirección obrera al Estado burgués en su momento de mayor crisis, así como la búsqueda de soluciones en marcos nacionales, prolonga y profundiza la miserable situación de nuestra clase. En el 86 aniversario de su fundación, reafirmamos que la reconstrucción de la IV Internacional es una tarea ineludible, porque ¡sólo bajo «el partido mundial de los trabajadores, oprimidos y explotados» podremos organizar la lucha para derrocar a la burguesía e imponer nuestra dictadura de clase!

 

Neste dia 03 de setembro, completam-se 86 anos do congresso fundacional da IV Internacional, ocorrido em Paris, em 1938. Em meio às perseguições e à política de extermínio de seus militantes, levada a cabo por Stálin, o congresso reuniu cerca de trinta delegados, representando 11 seções internacionais filiadas. O próprio Trotsky não pode participar, exilado no México.

A necessidade de uma nova internacional já era defendida há alguns anos, diante da política contrarrevolucionária assumida pela Internacional Comunista sob a direção de Stálin, que conduziu o movimento operário às derrotas na Alemanha e, sob a forma de frentes populares, na Espanha e na França. Derrotas estas que, diante da ascensão do fascismo e da iminência da II Guerra Mundial, significaram uma tragédia para o curso da revolução mundial e da própria União Soviética.

A IV Internacional surgiu com a tarefa de responder à crise histórica da direção revolucionária, responsável pela derrota do movimento revolucionário, por meio de um programa correspondente. Diante da “contradição entre a maturidade das condições objetivas da revolução e a imaturidade do proletariado e de sua vanguarda”, o Programa de Transição ou “A agonia do capitalismo e as tarefas da IV Internacional”, pretende estabelecer a ponte entre as reivindicações concretas das massas trabalhadoras e o programa revolucionário, ou seja, um sistema de reivindicações transitórias que permita a superação da crise de direção revolucionária (ao estabelecer a ponte entre a velha e desiludida geração revolucionária e nova geração inexperiente) e coloque o proletariado na luta imediata pelo poder (desorganizando a burguesia). 

É importante reafirmar o sentido e a importância do que Trotsky denominou “sistema de reivindicações transitórias”, pois este condensa o programa revolucionário experimentado na Revolução de Outubro na medida em que se dirige “aberta e resolutamente” contra as bases do sistema burguês; não podendo, dessa forma, ser reduzido em um conjunto de consignas ou reivindicações pontuais dirigidas ao estado burguês, como se utiliza o centrismo. Ao contrário, busca uma mobilização sistemática das massas trabalhadoras em direção à revolução.

Há 86 anos de sua fundação, a tarefa estratégica da IV Internacional segue ainda mais urgente; “não consiste numa reforma do capitalismo, mas em sua derrubada. Seu objetivo político: a conquista do poder pelo proletariado para realizar a expropriação da burguesia.” A conjuntura atual é marcada pelo aprofundamento das tendências bélicas dentro de um período de intensificação da crise econômica e das contradições abertas pelas políticas levadas a cabo pelo imperialismo. A guerra entre Rússia e Ucrânia, que já ultrapassou 2 anos, está demarcada na busca mais ampla de assimilação dos ex-Estados operários pelo imperialismo e expõe, com o prolongamento do conflito sem perspectivas de solução a curto e médio prazo, a sua decomposição histórica e incapacidade de fechar este processo ou controlar suas consequências econômicas. Da mesma forma, o genocídio imposto ao povo palestino pelo enclave imperialista de Israel, que se aproxima de um ano sem trégua, é consequência direta da política imperialista para buscar recuperar sua hegemonia na região. Contudo, também escancara a incapacidade do imperialismo controlar a situação, elevando as tensões regionais e as consequências desta política no acirramento da luta de classes. As semicolônias buscam se reorientar em sua relação com o imperialismo e a China, em meio aos efeitos mais profundos da crise econômica, ocasionando maior instabilidade política, como na América Latina e na África que, sem uma direção revolucionária, arrastam cada vez mais as massas trabalhadoras para a miséria e para o engodo das defesas nacionalistas. A conjuntura também é marcada pela crise das formas de dominação do imperialismo, como os estados e as instituições do pós-guerra que, ao demonstrar sua incapacidade em oferecer saídas para a sua crise estrutural, tornam-se cada vez mais questionados em seu papel histórico. 

A superação da crise de direção revolucionária é, como afirmou corretamente Trotsky, a condição para a superação da crise histórica da humanidade.  A adaptação cada vez maior das direções dos trabalhadores às instâncias do estado burguês em seu momento de maior crise, bem como a busca pelas saídas dentro dos marcos nacionais, prolonga e aprofunda a situação de miserabilidade de nossa classe. Aos 86 anos de sua fundação, reafirmamos que a reconstrução da IV Internacional é uma tarefa inadiável, pois apenas sob “o partido mundial dos trabalhadores, oprimidos e explorados”, é possível organizar a luta pela derrubada da burguesia e pela imposição da nossa ditadura de classe!

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